jueves, 14 de diciembre de 2006

Book's moment o Yepes Cocktail


Es un pensamiento que sorprende por su sencilla y
aplastante idiotez, pero no puedo dejar de darle
vueltas: ¿Por qué no me aburro de ver siempre las
mismas paredes en mi habitación? Es decir, la
decoración, los pósters, y demás tonterías que uno
puede llegar a colgar, cambian con los años. Pero
las dimensiones son las mismas. Y lo sorprendente
es que cuando no puedo dormir miro hacia el techo y
ahí está otra vez. Parece que esté esperando
que no pueda dormir para que le mire. Y lo miro durante
largos tiempos. Siempre blanco y lleno de
protuberancias, resultado de jugar a fútbol en
casa. Debe contener algo eterno. Es la única posibilidad.
Mi techo tiene algo eterno. Una sustancia secreta que
posee la clave de la eterna juventud o algo así...
En la teletienda el otro día vi que vendían un potingue
de extracto de baba de caracol para renovar la piel. Si
los epidermistas estudiaran mi techo querrían comprarlo
en el acto, estoy seguro. Si han llegado a vender un
producto sacado de la baba de caracol, creo q mi techo
tiene posibilidades también. ¿Qué coño tendrá mi techo
para no aburrirme? Tiene que contener algo q lo haga
nuevo a mis ojos cada día que pasa.

Llevo unos días que me cuesta dormir. Una sensación de
vacío se acentúa al acabar el día. No puedo evitarlo.
Es como si faltara algo. A todo lo que he hecho
durante el día le falta algo. Algo que lo cubra, lo
culmine, lo corone o yo qué sé. En los momentos previos
a cerrar la luz, justo antes de rezar mis oraciones me
asalta una tristeza enorme, un miedo a no tengo ni
idea qué. Leo mucho. José Hierro, Don Giuss,
Piccinini son mis últimos compañeros de viaje...
Creo que me he acostumbrado a los milagros. Una
vida sin milagros es triste. Lo hablaba con Petit
el otro día. La vida es o todo o nada. Pero el
problema no es decidir entre todo o nada, porque
uno medianamente despierto elige el todo. Una hormiga
elegiría el todo también. El problema es cómo se
concibe este todo, qué es este todo. Una hormiga tiene
suerte: el todo consiste en recolectar comida,
proteger la reina, construir un nido y lo demás que
hagan las putas hormigas. Yo tengo otro dilema. Para
mi el todo sólo puede ser o una utopía o un ideal
(qué bueno eres Don Giuss!!). La utopía es un paraíso
creado por mi mente a golpes de insatisfacción y
"ojalas" o "si esto fuera así". La realidad entonces es
un freno, una barrera demasiado alta para saltar.
Mierda, porque la realidad soy yo también. Soy una
barrera para mí mismo. Pero el ideal... El ideal lleva
implícita la realidad en él. No habría realidad sin
ideal, del mismo modo que no me levantaría para ir a
mear si no tuviera ganas de ir a mear. El camino hasta
el lavabo lleva en él, el presentimiento de un
cumplimiento: por fin voy a mear! Así, la
insatisfacción, las ganas de mear, el corazón que se me
pone triste cuando voy a apagar a luz, son un aliado
de este ideal, juegan a favor de la realidad. Me ponen
en marcha hacia este ideal, y me hacen preguntarme:
¿¿¿Dónde cojones estás???¡Date prisa que me estoy meando!
Me urge encontrarlo.

No hay duda. Mi techo está hecho a golpes de ideal.
Siempre estará igual, pero no me va a aburrir. Si los
epidermistas supieran...


lunes, 11 de diciembre de 2006

Man on the moon

El mundo cambia. Un punzante dolor de cabeza me atraviesa la sien de lado
a lado. Ya es oficial. He heredado las migrañas de mi padre. Se ve que mi
abuelo también las tenía, así que eso certifica que realmente soy un Muñoz.

Me quedo embobado mirando el cuadro sobre pared blanca de un paisaje de
las Rías Baixas de Galicia. Galicia calidade, eso dicen. Los apuntes han
crecido de tamaño. Parece que ocupan la totalidad de la biblioteca. Me fijo
en la mitad inferior de la hoja que tengo delante. Los números cobran vida y
se cambian de posición, se pelean entre ellos en lo que parece un juego
pantagruélico y de dimensiones horrendas. En un momento dado se paran y me
miran. Sigo embobado asistiendo a ese extraño fenómeno. Me fijo en una
ecuación de Maxwell, concretamente la que habla sobre la divergencia de un
campo eléctrico. No hay manera, no me entra en la cabeza, no la entiendo y
no sé deducirla. Me sigue mirando y parece que así quieta esté recitando los
versos de Neruda: "Me gusta cuando callas, porque estás como ausente...".
Decido hacer un descanso y tomarme una aspirina. A ver si la mañana mejora
después del Ángelus...